Oigo, ¿Hugo?

—Oigo, oigo…¿Hugo?

—¿Fidel?

—¡Oigo!

—¿Fidel, Fidel?

—¡No repitaj maj mi nombre, coño, que me lo vaja gasdtad, no jodaj!

—¡Dime, hermano… dime!

—Mira, anoche cuando dejpedí ad chino ese, me quedé to proecupao contigo…

—Entiendo, entiendo…

—Yo sabía que edto tenía que llegad tadde o temprano, vaya… ed burro aguanta paloj hajta que se tira ad piso y dedpué no se levanta nia jodía.

—Ajá…

—Taba hablando ahí con con José Vicente y sí, a ed le parece que la moña ta como ed cijú platanero…

—¿Cómo quién, Fidel?

—Como ed cijú

—No te endiendo, Fidel… perdona

—Ta fea, ¡ta jodida! Ta como ed gorrión de Guajimico o como ed gallo de Morón…

—¿Cómo es eso?

—Desplumao y cacareando…

—Bueno, por eso te llamé tantas veces ayer…

—Si, ta bien, pero e que tu me llama a cada ratico, coño, uno tiene cosaj que haced aquí también, sabej… A ti te duele una muela, y me llamaj; te duele la barriga, coño, y me llamaj. Hugo, no jodaj, ¡yo no te voy a durad to la vida! Jode un poco allá ad Lula, que ese no tiene na que haced…

—Es verdad, Fidel, perdona hermano…

—Bueno, bueno… qué hermano ni qué carajo, que tú no erej gallego, coño. Taba viendo ahí laj películaj esaj que me enviaron de la embajada de la madcha en apoyo a loj adtijtaj

—A los artistas no, Fidel… en apoyo a los medios de comunicación.

—¡Ej la mijma miedda!

—Ok, ok… y qué, ¿qué viste? ¿Gente por coñazo, no?

—¿Por cuánto?

—Mucha gente, mucha gente… ¿no?

—¡Ñoooo! ¿Que si había gente? ¡No era na lo del ojo, y lo llevaba en la mano!

—Sí, Fidel, pero no te olvides que esa gente no está armada…

—¡Me cago en ná, coño! ¿Tu eres anormad o te chupaj ed dedo? ¿Tú erej bobo, o vaj a la balla? ¡Eso era un cojonad de gente!

—No, no te voy a discutir lo contrario…

—No, que carajo me vaj a edtad discutiendo tú un pepino… Yo me cansé de decidte que teniaj que hablad mucho de paz y de to eso que hablan loj mequetrefej…

—¿Los qué?

—¡Loj mequetrefej!, ¡Loj mentecatoj!, ¡Loj que comen de lo que pica ed pollo, vaya!

—¿Y no te dijeron lo de la compañera que nos cantó una balada bellísima en la Asamblea?

—¡Coño, Hugo, mira vamoj a entrad en materia – tú – que hoy amanecí encojonao… Esa gente me recoddó lo que siempre decía Nikita de los chinoj, que si to se ponen de acuerddo y arrancan a corred pad Kremlin, no queda un solo bolo vivo…

—¿Un solo qué?

—Un solo bolo, ¡un solo ruso…! Ademáj, ese cuento que no tienen admaj ej bueno que tú lo divudguej mucho, pero aquí entre nosotroj doj, tu sabej que eso y na e lo mijmo. ¿Dónde tienej ad rubio ese que se tira eructoj?

—En Valencia, donde mismo…

—Bueno, puej vételo llevando ya para Caracaj pa que se encadgue de la fiejta del guatao que se va a fodmad, podque ese que tienej ahora ahí tiene mucha cara de comemiedda… Ese e bueno pa vended malanga, kimbombó, guagüí, fruta bomba… y to laj vendutaj esaj que tu le vendej a tu gente allá abajo, pero hajta ahí…

—¿Tú crees, Fidel?

—¡Yo creo no, coño… yo estoy seguro!

—No sé… yo no le tengo mucha confianza, tú sabes…

—Sí, e iguald que ed babalao que tienej allá en Maracay, ese que dice que en la otra vida fue Napoleón o Perico Loj Palotej… ¿Coño, pero a quien tienej, entoncej? ¿Tú no puedej defendedte de un cojonal de gente empingá, con un loco que eructa, un iluminado y un vendedod de malangaj… ¡no me jodaj!

—Fidel, ¿y si me voy para La Habana, allá contigo y dejo esto así, de este tamaño?

—Oye, ¡deja eso, tú…! Pacá no me vengaj, coño, que me vaj alborotad ejto por aquí… ¡Solabaya! Edta tadde Enriquito me va a echad un dedpojo ahí, a ved si libero laj malaj vibraciones. Deja eso… deja eso. Tú allá y yo acá. Defendiendo cada uno nuejtraj revolucionej. Mira a ved, mándale un mensaje ad Cocopelao…

—A Elías…

—A ese mijmo. Dile que se ponga en desobediencia y se siente con ed gentío en ed medio de la calle, vaya… que odganice ahí una pachanga con laj galleguitaj esas de la sadsa de tomatej…

—De las Ketchup…

—Esaj mijmaj… Que ponga a to ed mundo ahí a brincad parriba y pabajo, a bailad el aserejé a ved si se entretienen y se lej quitaj laj malaj infuenciaj de loj alborotadorej de oficio… Mira, eso –- ¡coño! -- o métete un tiro en el ceremillo como hizo Sadvadod.

—¡No, Fidel… por favor!

—Por favor no… ¿quién carajo tu creej que te va a recibid cuando ejtej to descojonao? Payá, pa en vuelta del polaco no se te ocurra cojed…

—¿Cuál polaco, Fidel?

—Ed polaco, coño… ¡Husseín!

—Ah bueno, el iraquí

—E lo mijmo… bueno, bueno, Hugo. Dile a José Vicente que me llame. Te dejo que tengo cita con ed dentijta a ved si me saca una muela ahí que me tiene mal… y oye, no me ejtej llamando cada cinco minuto, ¿eh? Dile a José Vicente que me llame…

—Está bien, hermano…

—Y mándame la gasolina esa que le comprajte a los americanoj…

—Ok, ok…

—¡Iboru iboya iboshishe ogbe-ate!

—¿Cómo, Fidel?

—Nada, mijo… nada. Dile a José Vicente que me llame…

—Ok, ok… Fidel

Quien tenga ojos, que lea… quien tenga “coco”, que piense.

El Hatillo, 12 de febrero de 2003